viernes, 11 de junio de 2010

  • TEATRO BACAGUARÉ / 7
    El escaparate y la barriada
    Texto de Juan Carmona y Cecilia Khon, base del Teatro Bacaguaré



    FOTO DE PACO MANGAS EN LA REPRESENTACIÓN EL ESCAPARATE Y LA BARRIADA.



    CIRILO LEAL MUJICA
    Santa Cruz


    Espíritu de transformación y renovación del arte y la vida. Cambio de la sociedad y experimentación con el lenguaje y la comunicación escénica. Acercar el arte teatral a los espacios marginales. Aproximarse al público desterrado de los eventos oficiales y burgueses. Inquietudes que impulsaron a los teatreros del decenio de los setenta, especialmente, a los más jóvenes, a aquellos que deseaban una sociedad diferente en la que vivieron o sobrevivieron sus padres y abuelos. Una generación que, salvo muy contadas excepciones, no había oído hablar de la guerra civil, de la represión, de la emigración, pero que sufrió, igualmente, la implantación del régimen autoritario y sus secuelas en la cultura, la escuela, en la iglesia, en la calle y en el seno de la familia. Juan Carmona Cabello pertenece a esa generación que se subió los peldaños de la vieja escalera de la Universidad de La Laguna y, a la par que recibía conocimientos, sentía el compromiso de la militancia -política y/o cultural- de llevar su visión y sentimiento del arte a las capas y zonas desposeídas, a la sociedad a la que pertenecía y de la que no deseaba desarraigarse. No les bastaba con llevar espectáculos teatrales del repertorio clásico como lo hiciera Federico García Lorca y su Barraca en tiempos de la República, ni tampoco acometer un teatro burgués, costumbrista o comercial.

    "No es cierto que todos los que realizaban teatro en ese tiempo estaban por la labor de una sociedad más libre, una sociedad no sometida a la dictadura del fascismo o de la industria americana. No sólo no luchaban ni denunciaban esa situación, sino que colaboraban con ella, con un teatro que bogaba, supuestamente, por la libertad. Es como decir que hoy, todas las manifestaciones teatrales contribuyen a ensalzar o dignificar la cultura. Al final de la dictadura aquí se daba un teatro popular y un teatro de cámara y burgués. Las compañías que venían de la península hacían un teatro, quiérase o no, comercial y burgués. Iba al Guimerá y al Galdós, no iba a los barrios ni a los pueblos. Iba a donde se podía pagar y cobrar entrada. Frente al teatro de los teatreros, de teatro pobre, estaba otro teatro de recursos, yo creo que hasta vestido de etiqueta, la gente iba a butaca con traje de etiqueta. Nosotros estábamos abriendo circuito, buscando público".



    Un texto y una farándula universitaria
    Deseaban, salvando las distancias, ofrecer un producto que reflejase su tiempo, su realidad inmediata, sus desvelos, sus esperanzas. El teatro como espejo de la realidad circundante necesitaba de textos, de literatura, de palabras. No se encontraban fácilmente esas propuestas literarias y había que escribirlos, con urgencia, con premura. En estas circunstancias nacieron textos efímeros, puntuales, contundentes, fotografías de una realidad prohibida, censurada. En este contexto surge el texto El escaparate y la barriada, de Juan Carmona y Cecilia Khon. Un texto que lidia el realismo y respira poesía.

    "Mientras ensaya la obra de Maiakowsky nos enteramos que se convocaba un premio de teatro. Cecilia Khon estudiaba Biológicas cuando yo la conocí. Nos poníamos a escribir en la biblioteca, en las cafeterías, ahí iban naciendo los personajes y después, ante una máquina de escribir empezamos a darle forma a la historia. El único texto que quedaba desapareció. El texto se presentó al concurso de teatro que organizaba el periódico La Tarde y obtuvo el tercer premio. Escrita en verso libre, verso al fin y al cabo. Nos dieron cinco mil pesetas. Cecilia y yo lo fuimos a recoger comiendo un pedazo pizza y dos globos de colores. Un texto en verso, rimado, con musicalidad. La obra era de un mogollón de personajes, payasos, el domador de pulgas, el poeta, el motorista, un voceador de periódicos, una chica del barrio, vagabundo. El motorista tenía un accidente y se establece una relación amorosa entre él, la bailarina y un poeta. Un triángulo amoroso. Transcurría en un espacio de barrio y con un discurso social. Era una obra anti americana, anti todo lo que representaba el motorista, con su chaqueta de cuero, su gran moto. Esos tres personajes principales desenredaban una madeja alrededor del un problema social como era el acercamiento a la cultura americana. El escaparate era lo que veíamos en la calle, la ropa, los objetos, todo lo que venía de fuera, la sociedad de consumo. El motorista representaba todo lo que venía de fuera, la moda, la televisión, la publicidad, las películas. El coro de payasos denunciaba la posición de los demás personajes, el consumismo; en boca de los payasos de denunciaba el franquismo. Los payasos estaban entre el público, en el patio de butacas. Era una forma de vincular al público.



    Teatreros Bacaguaré
    Los estudios de Psicología cobran vida en la Universidad de La Laguna, al calor de Filosofía y Letras y Ciencias de la Educación. Las movilizaciones y encierro de profesores y alumnos fue clave para su implantación. En ese ambiente de contestación y reivindicación dentro del ámbito académico se fueron gestando iniciativas culturales y teatrales de proyección en la sociedad y en el tiempo. Teatreros Bacaguaré, Teatro Cambullón y Escuela de Actores de Canarias son los ejemplos más palpables.

    "Estudiaba Psicología y asistía a clases de Biológicas y de Arte. Los primeros momentos de esta nueva carrera en La Laguna estuvieron muy marcados por el Behaviorismo y se dejaron atrás las corrientes humanistas. El Behaviorismo no me convencía. Aguanté un par de años y dejé la carrera. Necesitaba otras cosas que la psicología, que aquella psicología no me daba. Mientras estudiaba hago un llamamiento y creo el grupo de teatro Bacaguaré. Entre los miembros del grupo se selecciona el nombre. Bacaguaré nos daba una posición canaria, de ideología independentista en aquel momento, de luchar por la cultura canaria surgió Bacaguaré, quiero morir. Le cambiamos la uve por la be porque la uve no se pronuncia en Canarias. Pasó mucha por el grupo. Era una actividad que desarrollábamos en el Aula Magna. Teatreros viene de Bertoldt Brecht, habla de la conciencia del actor, el compromiso social que tiene, a eso los llama teatreros. Empezamos a ensayar en el Aula Magna. Al principio la obra no estaba definida. Empezamos con ejercicios de Grotowski y el Método. Sesiones de improvisaciones antes de llegar al texto de El escaparate y la barriada. Pasaron muchos universitarios por el grupo. Algunos hacían ejercicios y se iban. Otros se quedaban y entraban en los ensayos de la obra y también se iban. Un montón de gente. Ya no me acuerdo. La obra se preparó durante unos tres meses".

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