viernes, 11 de junio de 2010

  • Sociedad

    TEATRO BACAGUARÉ / 3
    Cuando las sombras
    El teatrero Juan Carmona en el umbral del teatro reivindicativo de los años setenta



    JUAN CARMONA CABELLO (1955)



    CIRILO LEAL MUJICA
    Santa Cruz


    Tiempo y escenario. Umbral de los años setenta, postrimerías del franquismo. El país vivía bajo las sombras de la última dictadura europea. Los trabajadores, los intelectuales, los estudiantes -de manera espontánea o bajo las directrices de partidos políticos y sindicatos- se echaban a las calles -arriesgando sus vidas- en demanda de la instauración de la democracia. Las manifestaciones culturales eran actos de afirmación de la libertad. Gritos de libertad. El teatro -con sus distintos lenguajes y expresiones, desde diferentes ámbitos escénicos y desde cualquier territorio- se convirtió en el escaparate y espejo directo de aquella gran demanda que sólo sería posible formalmente tras el fallecimiento del dictador. Autores como Alberto Omar, Orlando Hernández, Elfidio Alonso, Perdomo Alfonso, Luís Ortega Abraham, Gilberto Alemán, Marrero Bosch, Ángel Camacho, José H. Chela, Miguel Falcón, Luís Alemany y Rafael Franquelo; directores teatrales como Eloy Díaz de la Barreda, Eduardo Camacho, Pascual Arroyo, José Manuel Cervino, Emilio Sánchez-Ortiz, Ignacio García Talavera, Francis del Rosario, Ángel Cánovas, Enrique González, Sabas Martín, Federico Fajardo, Ernesto Galván y colectivos y entidades como el Tinglado, la Carátula, Candilejas, Teatro de Cámara de Las Palmas, Círculo de Bellas Artes, Escuela de Arte Dramático, Neoguanche, los Ambulantes, Teatro Estudio de la Caja General de Ahorros, Teatro Universitario, así como la Zapatilla, Tarja. Montu, Tibicena, Teatro Independiente Canario, Escuela de Actores, Bacaguaré, Cambullón, Xerach, Afur, GTPC, Éxodo, Guañoht, Benayga, Guatifay, Esperanza Spínola, Profetas de Mueble Bar, Gangocha, Zorrocloco, Yágamo, Bambalinas, Contraste, Vértice, etc., se sumaron -directa e indirectamente, abierta o solapadamente- a la paciente lucha por el cambio del sistema político, las luces y las libertades



    Destellos, luces y sombras
    A comienzos del decenio de los setenta encontramos al teatrero Juan Carmona -ya entonces entusiasta e infatigable amante del arte dramático- matriculado en el Instituto Nacional de Enseñanza Media Masculino (luego Andrés Bello) de Santa Cruz de Tenerife. En este centro académico se llevó a cabo una interesante experiencia de animación teatral que sembró inquietudes para futuras manifestaciones y orientaciones vocacionales. Pudimos contemplar la puesta en escena de una obra de Federico García Lorca, La zapatera prodigiosa. Más tarde, en el curso escolar 1971, bajo la dirección de Pedro Sergio Cabrera Suárez, inquieto preuniversitario, adelantado y sensible a las últimas tendencias teatrales, especialmente en el trabajo del actor, llevó a cabo un recital poético en homenaje a Pablo Neruda y Miguel Hernández, entre otros. La velada poética, especialmente, la intervención de Aureliano Rodríguez Arocha, quién cantó a Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España, les creó problemas, no fue del gusto de la autoridades académicas. Detrás de aquel acto cultural estudiantil se percibía, recuerda Ramiro Negrín -también ceremoniante en el espectáculo con su Elegía a Ramón Sijé- la presencia del Partido Comunista de España (PCE), animado por los hermanos Jorge y Carlos Sentís.

    Tras este recitado de los poetas malditos, vendría el espectáculo Cuando las sombras, ideado y escenificado por Pedro S. Cabrera. La obra, un alegato contra la sociedad de consumo y la ceguera de ideas y pensamientos, estuvo interpretada por Blanca González, Agustín Isidro, Agustín López, Ramiro Negrín, en los principales roles. La iluminación y la música corrieron a cargo de Pedro Dorta -el teatro y más tarde la televisión se convertirían en su lenguaje de vida y de expresión artística-. El Instituto Masculino y posteriormente el Paraninfo de la Universidad de La Laguna acogieron aquel acontecimiento, atrevido y arriesgado, pese a la sencillez del montaje, vestuario, sonido e iluminación. Actores que se desplazan por el escenario como ciegos, criaturas de la sociedad de consumo. Algunos personajes que intentan apartarse de la masa y hablar con el público. El ritual de arrancarse el velo que impide ver las luces y los pensamientos contrarios. Aún faltaban varios años para el óbito del Gran Hermano. No era habitual que un grupo de estudiantes de Instituto llevaran su propuesta al Paraninfo universitario. Años más tarde, el propio Carmona entre ellos, abanderaría la experiencia de trasladar los espectáculos -gestados en buena parte en el calor de la dialéctica universitaria de oposición al Régimen- a pueblos y barrios.

    "Yo me incorporé al grupo de Pedro Sergio cuando estaba montando Edipo Rey, de Sófocles. Tenía una forma de dirigir muy vanguardista, inspirado en el Método de Stanislavski, ejercicios de precalentamiento, respiración, vocalización, proyección de la voz, resonadores del cuerpo. Empecé a descubrir todas esas posibilidades expresivas. Yo tendría unos quince años. Recuerdo que Ramiro Negrín hacía de Creonte y yo de Tiresias, ciego y anciano. Edipo, Pedro Sergio, y Yocasta, Blanca González. Me vinculé a ese grupo porque yo seguía los ensayos y me cogieron para hacer la lectura. Se quedaron asombrados. La voz que tenía era una preciosidad. Le di garra y fuerza. Quedé contratado para trabajar. Ensayos durante cierto tiempo pero la obra no se llegó a representar. Acabó el curso y cada uno de los actores se fue por su lado. Cada cual siguió su camino. Aquella experiencia me sirvió mucho, otro concepto del actor, otra visión de la preparación del actor."

    El entonces compañero de reparto de Juan Carmona, Ramiro Negrín Martín, recuerda al creador de la experiencia Teatreros Bacaguaré:

    "Juan Carmona era una persona extraña, un solitario, un ser vuelto hacia dentro, una persona muy disciplinada, tremendamente inquieta, con ganas de aprender, de experimentar, de ensayar".

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    El dolor del fuego
    El fuego consume los montes de las islas. Arden miles de hectáreas. Una devastación ecológica sin precedentes. Las condiciones climáticas, el viento, el calor, la desidia humana, los perturbados agresores de la naturaleza… Los árboles calcinados, aniquilados, devorados por las llamas no dejan incólume el alma sensible del teatrero Juan Carmona, quien desde hace largos años mantiene una solitaria cruzada contra la contaminación y la depravación humana: "No ha sido un sueño y he sentido cómo el ánima de una planta, un ser herbolario, se refugiaba entre mis manos. Era un ser vivo, sensible, llena de nervios, sentimientos y funciones vitales. Un ser vivo que sufre por el fuego, que siente la muerte. He sentido dentro de mí muerte horrible. Una muerte violenta, abrasadora; no una muerte lenta, sino un proceso rápido de destrucción y sufrimiento… A mí no me preocupa que vayamos a perder una fortuna en turismo o en paisaje, lo que me duele es el sufrimiento de esas plantas, de esos árboles. Ahora hay que pensar en darle vida a lo que queda, volver a plantar y esperar otros treinta años. El ser humano se ha pasado toda la vida talando árboles, destruyendo bosques, antes lo hacía de manera más lenta y ahora la agresividad es total, es absoluta. La verdad es que no he pensado mucho en este desastre, me tiene afectado, estoy dolorido… Dios quiera que las nuevas generaciones… sean más sensibles."


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