- TEATRO BACAGUARÉ / 6
Posiciones de origen
Juan Carmona, alérgico a remedos, ha sido fiel al guión de visión y experimentación teatral
JUAN CARMONA CABELLO (1955).
CIRILO LEAL MUJICA
Santa Cruz
El denominado teatro independiente español, en contraposición con el teatro comercial -localizado en las grandes ciudades, fundamentalmente, en Madrid y Barcelona- se marcó como objetivo la investigación, la experimentación, la formación del actor, la búsqueda de nuevos públicos, el reflejo del aquí y ahora, la repulsa al uso comercial del teatro, etc. Detrás de estas preocupaciones se encontraban, como no podía ser menos, los problemas eternos del teatro: el qué hay que decir, cómo decirlo y a quién. Las manifestaciones teatrales de los sesenta y comienzos de los setenta dedicaron buena parte de su energía a la respuesta de estas inquietudes. En ese contexto adquieren fuerza expresiones como Creación Colectiva, el Método de Stanislavsky, el Teatro Documento, Teatro de Protesta, Teatro Laboratorio, Living Theatre, Los Goliardos, Tábano, etc.; figuras como Antonin Artaud, Bertolt Brecht, Strindberg, Peter Brook, Jerzy Grotowsky, Meyerhold, Erwin Piscator, Augusto Boal, Enrique Buenaventura, Ángel Facio, José Monleón, Miguel Narros, Francisco Nieva, Francisco Arrabal, Peter Weiss, etc.; revistas como Primer Acto, Yorick, Pipirijaina, etc. Un impresionante caldo de cultivo de ideas, debates y experiencias europeas, latinoamericanas y americanas que permitiría marcar los rumbos del teatro último. En el caso español, este nuevo teatro nacía en confrontación con los moldes tradicionales y la cultura al servicio del Régimen. La contestación a la cultura oficial o la búsqueda de una cultura alternativa eran, a su vez, expresiones a favor de la libertad de expresión y de la democracia. El teatro, como hemos indicado, no fue ajeno a esta lucha.
La trayectoria teatral de Juan Carmona -loco y fiel amante del arte escénico, de la comunicación y el espectáculo de riesgo y contenido de fondo, de sensibilización y alerta social-, alcanza su cenit en el tránsito de la dictadura a la democracia. Se gesta en los primeros años del decenio de los setenta y se expande con vigor a partir de 1975, muerte del general Franco. Primero asentó las bases de su formación como actor y director adolescente y más tarde, al calor de las aulas universitarias, como autor y director del grupo Bacaguaré, en cuya dinámica de trabajo solo cabía la experimentación, la ruptura de los linderos, el alejamiento de las convicciones tradicionales, la búsqueda de un público en barrios y pueblos de la isla.
Perseverante compromiso
La vinculación de Juan Carmona Cabello a la experiencia que estaba iniciando en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife el escritor y director teatral -más tarde hombre de radio- Sabas Martín, supuso un descubrimiento y ratificación de su trayectoria, especialmente, en lo concerniente a la necesidad de formación del actor y al compromiso del artista contra las fuerzas, sociales, políticas, económicas que degradan al ser humano.
"El año 1973 ya me encontraba en Tenerife después de haber pasado por La Palma. Aquí estaba haciendo COU cuando me acerqué al Círculo de Bellas Artes a ver una exposición de cuadros y me enteré que allí estaba ensayando un grupo de teatro que dirigía Sabas Martín. Uno de los actores, el amigo Ramiro Negrín, me pasa el aviso que estaban buscando actores para el montaje. Me incorporé a los ensayos junto a otros actores, Luis Abreu, Cirilo Leal y otra chica que no recuerdo su nombre. Varios meses ejercitándonos, ensayando a fondo con las técnicas de Meyerhold, Artaud y Stanislavsky. Técnicamente se mejoran los ejercicios de adiestramiento del actor que yo había experimentado con anterioridad. Una ruptura con la forma tradicional de emisión de la voz, de los movimientos corporales, el ritmo, el discurso del texto. Teatro de rito, de la crueldad física e intelectual, del distanciamiento. Un teatro, como decía el director, que ataca la sensibilidad del espectador, a su intuición, para que sea éste quien dé las respuesta definitivas. Con Sabas Martín también aprendimos, de paso, la conexión con el teatro europeo de vanguardia. No solo nos ejercitábamos en el escenario o en el exterior, improvisando situaciones con el público que paseaba por la calle Castillo, por ejemplo, sino que leíamos mucho, la revista Primer Acto, los artículos de Monleón, los nuevos autores, todo. Sabas Martín me selecciona para interpretar a Vladimir Mayakowsky. Es la primera vez que salen en calzoncillos unos actores, casi desnudos. Una rampa del escenario hasta allá arriba, hasta el palco, tirando burbujas, maniquíes en el escenario, gatos, lágrimas, el alma en un plato. Descendía de por aquella rampa como un alma que habitaba el cielo, el techo de estrellas. Los objetos con los que me encontraba, pese a ser deformes, tenían su belleza, su vida, su espíritu. Aquellos objetos con los que se encontraba el poeta ruso estaban cargados de vida. Creo que aquí es donde empieza para mí la performance de los objetos Fue una obra que rompió esquemas del teatro convencional en Canarias. Aquel 15 de marzo de 1974, el teatro del Círculo estaba a tope de público. Fue un exitazo de miedo. Le gustó muchísimo a la gente. El espectador fue arrastrado a una marea de sensaciones, de sentimientos no muy definidos ni claramente delimitados y se enfrentó con una serie de planteamientos desconocidos en anteriores obras dramáticas. Fue un renovar del teatro canario como puesta en escena, la adaptación de la poesía de Mayakowsky. Sabas Martín mezcló los elementos esenciales de su poesía, no se quedó sólo con la rebelión de los objetos, logró expresar la idea esencial del poeta ruso: su compromiso social".
El descenso de Mayakowsky
Vladimir Mayakowsky está situado en un palco, sentado en el bordillo de la visera. Se oye música del tipo de Milles Davis o Charles Mingus. Todo está oscuro. En el escenario se mueven masas informes, sin luz, exteriorizando lo que expresa la música o el texto. Se acompañan de sonidos guturales.
V.M. - (tras cierto tiempo)
Jamás comprenderéis
por qué yo,
tranquilo,
entre un vendaval de burlas,
llevo en un plato el alma
al festín de los años futuros.
por el carrillo rasposo de las calles,
resbalando como lágrima inútil,
yo,
quizá sea
el último poeta.
Coro.- Repite lo mismo. Luces intermitentes. La escena puede recordarnos a un manicomio o a un campo de concentración. Sigue la música. Los actores emiten sonidos monocordes que expresan sentimientos de angustia. Los movimientos son ahora mecánicos, duros.
viernes, 11 de junio de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario